S
Al día siguiente,
-hoy-
al llegar a mi casa -Altamirano, 34- era de noche,
y ¿quién te cuida?, dime; no llovía;
el cielo estaba limpio;
-«Buenas noches, don Luis» -dice el sereno,
y al mirar hacia arriba,
vi iluminadas, obradoras, radiantes, estelares,
las ventanas,
-sí, todas las ventanas-,
Gracias, Señor, la casa está encendida.
La sección final de La casa encendida ( v: Siempre mañana y nunca mañanamos), por la intensidad emotiva que cobra ahí el lenguaje coloquial, por la sabia administración de pausas que prepara la llegada al inolvidable el último verso y porque lo recuerdo dicho maravillosamente por Rosales.
F. Rico